Regreso a la esencia: Recuerdos de infancia en el patrimonio familiar (parte 1)

Two men on horseback are pictured in a mountainous, rugged landscape. They are dressed for outdoor exploration or hunting, with gear packed on their horses.

En la vasta Pampa, donde el horizonte parece extenderse hasta los confines de la tierra, se encuentra una finca familiar que ha sido testigo de incontables generaciones. Fundada por mis antepasados ​​en el siglo XIX en las remotas y agrestes praderas de Argentina, era un lugar donde la tradición y la historia se entrelazaban en cada rincón.

En Argentina, una estancia es más que una simple casa grande. Es una extensa extensión de tierra construida y mantenida por hombres de la tierra. Tanto una plantación como un rancho, es donde los niños aprenden a ser hombres.

Durante la década de 1980, pasé largas temporadas de mi infancia allí, rodeado de mis hermanos y primos en esta tierra inmensa que tanto aprecio. La finca, una joya escondida en medio de las interminables llanuras, estaba rodeada por un vasto y frondoso bosque que parecía un enigma esperando ser explorado. El bosque tenía un carácter misterioso, un lugar donde la imaginación se desbordaba y las aventuras parecían infinitas.

Éramos niños intrépidos, siempre a caballo en plena naturaleza o aventurándonos en el bosque en busca de emocionantes aventuras. Las horas volaban mientras jugábamos a vaqueros o recreábamos escenas de "¡Combate!", una serie sobre la Segunda Guerra Mundial de los años 60. Nuestra imaginación nos convertía en héroes que luchaban contra nazis, indios y extraterrestres con simples palos sin forma que, en nuestras manos, se transformaban en las armas más avanzadas de nuestra imaginación.

Un niño pequeño viste un traje militar divertido, lleva un casco y lleva un rifle de juguete.

El autor se mantiene en guardia contra enemigos imaginarios en su patio trasero.

Pero la vida no era solo diversión. Nuestros padres nos obligaban a trabajar incansablemente en la finca. Nos entreteníamos cortando leña en el bosque, cuidando los caballos y los aperos, y pintando y reparando cosas en los viejos cobertizos. Odiábamos tener que trabajar porque nos separaba de nuestro mundo de ocio, pero años después, recordaríamos con cariño aquellos tiempos como una época dorada en nuestro paraíso personal. Aquellos largos días dedicados a blandir nuestras hachas y trabajar con nuestros animales nos inculcaron el amor por el trabajo duro, que conservamos toda la vida.

Una pintoresca casa de plantación es parcialmente visible a través de una densa cubierta de árboles, creando un efecto de túnel con su follaje.

La estancia.

Al crecer, había un ritual familiar que siempre esperaba con ilusión. Era el momento en que mis abuelos se preparaban para ir a cazar perdices en los vastos campos, armados con sus antiguas escopetas belgas, reliquias que habían pasado de generación en generación. Para mí, esas expediciones al campo eran como un capítulo de un libro de aventuras que cobraba vida. Cuando regresaban del campo, las historias que compartían llenaban mi joven corazón de alegría y asombro, y mi deseo de unirme a ellos para experimentar las maravillas de la caza no hacía más que crecer.

Un día, en la gran sala de estar junto a nuestra enorme chimenea, un simple trozo de madera y metal cambió mi vida para siempre. Mi padre llegó a casa con un regalo: mi propio rifle de aire comprimido. La mera presencia de ese objeto en la habitación cambió el ambiente, como si la promesa de algo emocionante flotara en el aire. El momento que cambiaría mi mundo estaba a punto de llegar. No podía creer que estuviera sosteniendo un rifle "de verdad" por primera vez en mi vida, y fue una experiencia que me dejó una huella imborrable. Aunque un rifle de aire comprimido no era precisamente la cumbre de la precisión y la potencia, para un niño de 7 años como yo, era simplemente lo mejor. Para los cazadores apasionados, hay muy pocas cosas que puedan replicar la maravilla y la emoción de recibir su primer rifle. En mis manos, no era un simple "juguete". La sola palabra sería un insulto a su artesanía. De hecho, era nada menos que un instrumento mágico. Desde entonces, aprendí a encontrar la belleza en las cosas no por lo que son, sino por lo que significan para nosotros y cómo pueden dar forma a nuestros sueños y aspiraciones.

Jugaba solo durante horas en la linde del bosque, cerca de las casas, en "misiones" como "francotirador", imaginando que eliminaba tropas enemigas con disparos precisos, aunque la mayoría de las veces solo disparaba al aire a perros o transeúntes. A veces, con la adrenalina, incluso disparaba de verdad desde tan solo unos metros. Si me hubieran descubierto, el castigo habría sido severo, pero la emoción de mis aventuras secretas bien merecía el riesgo.

Cuando tenía 19 años, la finca se vendió inesperadamente debido a malas decisiones comerciales y crisis económicas que afectaron al país. Mi entrada en la adolescencia estuvo marcada por años de tristeza, pues la época de felicidad infantil en la finca familiar llegó a su fin para siempre.

Alrededor de mis treinta y tantos, otro giro inesperado en mi vida llegó con el matrimonio de mi cuñada, quien se enamoró de un ranchero apasionado por la caza. Su generosa invitación para que lo acompañara en una de sus cacerías despertó en mí una chispa que había permanecido latente durante años. Esa oportunidad reavivó mi amor por la naturaleza y la aventura de una forma que jamás hubiera imaginado.

El día de la cacería, mientras nos adentrábamos en la vasta naturaleza, sentí como si cruzara el umbral de un mundo olvidado. La inmensidad del paisaje, la majestuosidad de las montañas y la sensación de la brisa en mi rostro revivieron recuerdos olvidados de mi infancia, cuando exploraba los bosques y las montañas con mi familia. Fue como experimentar un profundo déjà vu. Me sentí como el crítico gastronómico Anton Ego de "Ratatouille" cuando su mente regresó a su infancia con ese primer bocado del plato homónimo. Esa llamada de la naturaleza había estado latente en mí, esperando pacientemente a ser despertada.

Tres cazadores posan orgullosos con un gran alce cazado en un paisaje nevado.

La primera cacería del autor.

A partir de ese momento, me vi inmerso en un mundo completamente nuevo. Me enamoré del tiro y de la naturaleza en todas sus formas, una pasión que me consumió por completo. Armas de fuego, precisión, concentración: todo se convirtió en parte esencial de mi vida. Mi yo de la infancia estaría orgulloso de mí, con el dedo en el gatillo de las armas reales con las que soñaba en el pasado. Hoy tengo la libertad de viajar a diversos lugares, persiguiendo dos de mis pasiones más profundas: la caza y el tiro. Sin embargo, entre todas las disciplinas que conforman este apasionante mundo, una ha llegado a ocupar un lugar especial en mi corazón: el tiro a larga distancia.

Para leer la segunda parte de esta historia, haga clic aquí.

¿Tienes una gran historia de aventuras al aire libre? ¡Compártelo con nosotros! Las historias aceptadas recibirán un código de descuento del 20%.

Imagen de banner para envío de revistas web de guías de campo de Sightmark

Previous
Enfoque: Estiramiento con el Presidio 3-18x50 LR2
POSTED BY Tiffany Thompson ·
Read more
Next
Regreso a la esencia: redescubriendo la pasión por la caza y el tiro (parte 2)
POSTED BY Tiffany Thompson ·
Read more

1 comentario

I’m in awe of the prose and literary skill that comprise your articles. My son has gifted to me a Wraith Digital riflescope and as I researched the use and applications for this scope; I discovered your blog. The articles are simple outstanding!
Thank you for offering these articles.

Brian Doering

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.

Michael Valderrama

Michael nació en San Francisco, creció en Filipinas y se alistó en el Ejército de los Estados Unidos en 2016 antes de convertirse en escritor para sightmark.com. Haga clic en el botón de abajo para leer su biografía completa.

Biografía del autor